[vc_row type=»in_container» full_screen_row_position=»middle» scene_position=»center» text_color=»dark» text_align=»left» overlay_strength=»0.3″ shape_divider_position=»bottom» bg_image_animation=»none»][vc_column column_padding=»no-extra-padding» column_padding_position=»all» background_color_opacity=»1″ background_hover_color_opacity=»1″ column_link_target=»_self» column_shadow=»none» column_border_radius=»none» width=»1/1″ tablet_width_inherit=»default» tablet_text_alignment=»default» phone_text_alignment=»default» column_border_width=»none» column_border_style=»solid» bg_image_animation=»none»][vc_column_text]El propósito, la visión o la estrategia definen y marcan el rumbo de las organizaciones, constituyendo puntos críticos que fijan su cultura, sus prioridades o su identidad. Se trata, por tanto, de aspectos especialmente sensibles, íntimamente ligados a la esencia de las organizaciones y que, por tanto, bien podría parecer que deben gestarse en su seno y tener por destinatario exclusivo el interior de las entidades, en la medida que inspiran su actuación.

Sin embargo, el propósito no solo va destinado a la propia organización que lo fija. En la medida que también constituya una fuente de inspiración para los principales grupos de interés que la rodean, podrán suscitarse oportunidades de colaboración con ellos que permitan alcanzar más y mejores resultados. Así, un propósito que contemple las expectativas de los grupos de interés propiciará que estos lo compartan y se adhieran a él, de manera que puedan surgir alianzas e iniciativas comunes que multipliquen las posibilidades de actuación.

Para conseguir buenos resultados, es necesaria una organización inspirada; pero para conseguir resultados excelentes, se exige además la participación y la complicidad de sus principales grupos de interés. Como condición previa para que fructifiquen iniciativas conjuntas, es necesario fijar una especie de “idioma común”, basado en una cultura compartida que satisfaga las expectativas de todas las partes. Solo así se podrá crear un clima de entendimiento y complicidad que genere confianza y, finalmente, resultados.

Esa complicidad no se trata de una mutua simpatía, sino que debe cristalizar en alianzas efectivas que creen valor sostenible para todas las partes. Alianzas que son viables y satisfactorias en la medida que se comparte un acervo común y unas expectativas claras.

Por todo ello, hace tiempo que Fundación PRODE ha asumido como parte esencial de su planeamiento estratégico la necesidad de establecer alianzas que impulsen sus posibilidades de actuación. Su Propósito y su Visión se identifican con una transformación social profunda, y esta solo puede ser viable mediante la participación de aquellos grupos de interés que tienen capacidad para transformar la realidad social y que, además, estén alineados y comprometidos con dicho cambio.

Uno de los principales ejemplos de esta política lo constituye la alianza de Fundación PRODE con Cajasur y su aseguradora KBS (Kutxabank Seguros). En virtud de la misma se han generado numerosas oportunidades de formación y de empleo para personas con discapacidad, en el marco de un desempeño profesional exigente. Una iniciativa que ha sido posible gracias a la visión que Cajasur y Fundación PRODE comparten y que ha supuesto para la Entidad un salto adelante en la capacitación profesional de personas con discapacidad en un entorno de altos estándares de calidad. Así, mediante alianzas como esta, se añade valor al valor, a la vez que se generan dinámicas de conocimiento y mejora.

Es mucho lo que hay por hacer, y también mucho lo que queda por aprender. Las organizaciones, actuando por sí solas, tienen un límite; pero dicho límite no existe si se establecen redes de colaboración y alianzas. Por ello, no hay duda: el camino es compartido, necesariamente.

 

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