Me llamo Francisco Madrid Sánchez, nací en Añora, el día 3 de julio de 1943.
Mi infancia fue dura ya que tuve que empezar a trabajar a los 8 años guardando cochinos, había mucha hambre y todos teníamos que trabajar. Mi familia era buenísima, muy trabajadora y muy humilde.
A la escuela fui solo 8 meses, hasta que hice la comunión. Mi padre fue la persona que realmente me enseñó a hacer cuentas, que todavía recuerdo.
Solo he tenido un amor en mi vida, la que es mi mujer actualmente. Se llama Isabel García Espejo, éramos vecinos de toda la vida.
Ella no me veía al principio como su novio, pero poco a poco la fui conquistando, hasta que una noche que íbamos paseando con un amigo y su novia, nos hicieron una tradición de Añora. La pareja se paraba en la puerta de su casa y se tiraban unas tejas, si se rompían comenzaba el noviazgo, y tuve la suerte de que se rompieran, así comenzó nuestro noviazgo.
Nos casamos en 1970 y pronto fuimos padres de nuestros dos maravillosos hijos, Hilario y Maribel, que nos han dado los mejores 4 regalos de nuestra vida, nuestros nietos.
Considero que he sido una persona afortunada, aunque la vida nos ha puesto pruebas muy duras por el camino. Cuando mi mujer tenía 47 años le dio un ictus, lo pasamos muy mal, mis hijos eran adolescentes y sus consecuencias nos cambiaron la vida. A pesar de las limitaciones, mi mujer ha luchado siempre y con la ayuda de sus hijos y mía hemos sabido aprovechar todo lo bueno que nos ofrecía la vida.
Su enfermedad no ha sido un obstáculo para disfrutar de cosas que en un principio parecían imposibles, como viajes tanto con el IMSERSO como con nuestros hijos, y hemos parado poco en casa aprovechando todo lo que podíamos.
En 2016 abrieron el centro de día de Dos Torres y mi mujer empezó a ir, era una oportunidad de estar activa y hacer rehabilitación. A ella le gustaba mucho, yo la acompañaba a comer y cada vez que había una excursión o alguna fiesta. Al tiempo me rompí una cadera y comencé a ir también para hacer rehabilitación, hasta que me recuperé. Pasados unos años tomé la decisión de volver ya que sabía que en el centro iba a estar muy a gusto. Por casualidades de la vida, dos días después de comenzar en el centro, mi mujer se cayó y se fracturó una cadera, por lo que tuvimos que tomar la decisión de que comenzase en una residencia. Eso no quita que nos veamos todos los días y sigamos tan unidos como siempre.
El centro de día nos ha cambiado la vida a los dos a mejor, mi mujer ha estado siempre muy contenta y yo, solo puedo decir lo mismo.
Entre mis aficiones en el centro está jugar al dominó, la petanca, hacer mucha gimnasia para seguir en forma y las excursiones. Desde que estoy allí hemos ido a sitios como Córdoba, Rute o a bañarnos en las piscinas de la comarca. Me apunto a todas las excursiones y me gusta proponer nuevas. Hace poco propuse visitar los refugios de la guerra civil de El Viso y también hacer una excursión a San Martín para enseñárselo a mis compañeros, echamos un día de campo estupendo.
Hoy puedo decir con orgullo que tengo 81 años, con una vida plena vivida pero también con mucho por hacer y disfrutar aún. El centro de día me aporta felicidad, en él me siento bien, acompañado y activo.