Se ha elegido para encabezar este editorial el título de las sesiones informativas que la Fundación PRODE a través del Proyecto El Dehesafio imparte cada año al alumnado de instituciones escolares, porque refleja fielmente la motivación fundamental del nuevo proyecto que se inicia este otoño en los terrenos de la dehesa boyal de Pozoblanco y en el que se proporcionará a jóvenes pertenecientes a colectivos vulnerables, formación y empleo con el objetivo de capacitarlos para realizar las tareas de mantenimiento y cuidado que necesita la dehesa.

Desde sus orígenes en la Edad Media, el destino de las dehesas ha sido satisfacer necesidades agrícolas o ganaderas de las comunidades cercanas. Hasta la desamortización de Madoz en 1855, la propiedad era, en la mayoría de los casos, bien para uso comunal reservado a la vecindad, o bien de propios, es decir como propiedad del concejo que podía arrendar libremente. A partir de entonces, las dehesas pasaron paulatinamente al dominio privado con la excepción de las dehesas boyales, llamadas así por estar dedicadas a la alimentación del ganado de labranza.

Las dehesas, en plural ya que las hay muy diversas, son una realización humana, que se ha ido conformando para satisfacer sus necesidades de pastizal, cultivos, madera, etc. Actualmente el término dehesa se asocia a los terrenos con pasto y arbolado disperso, con notable diversidad de flora y fauna, y en los que se realiza una explotación de sus recursos naturales poco agresiva, o sostenible tal como se dice ahora. Pero como se ha mencionado antes, son fruto de la actividad humana y no son un ecosistema estable por sí solo. Las dehesas se debaten entre importantes amenazas: enfermedades como la seca, el abandono (bien por baja viabilidad económica o por falta de relevo generacional), las intervenciones excesivas, la desaparición de prácticas tradicionales, que pueden acabar con las dehesas actuales y destruir estos ecosistemas únicos y de gran valor medioambiental.

Aunque todavía se necesita seguir investigando y trabajando para encontrar solución a algunos efectos perjudiciales para las dehesas (p.e. patógenos, efectos climatológicos adversos) existe un conjunto importante de acciones de mejora con la tecnología y la madurez necesarias para ser implantadas y que ofrecen una garantía razonable de éxito.

Para asegurar su futuro, la dehesa necesita que las nuevas generaciones la conozcan y la valoren; necesita regeneración del arbolado, prioritaria en zonas como Los Pedroches en la que la regeneración natural es muy escasa, y sobre todo necesita personal con la formación y los conocimientos adecuados para poder realizar estas tareas.

Fundación PRODE, a través de su proyecto El Dehesafío y con el patrocinio de la Fundación Ricardo Delgado Vizcaíno y el Ayuntamiento de Pozoblanco, lleva desde el año 2017 contribuyendo a cubrir, en la medida de sus posibilidades, estas necesidades mediante la difusión de los valores de la dehesa en el entorno escolar, las campañas de siembra, de control de gusanos taladradores (cerambyx), de instalación de nidales y las sesiones formativas en colaboración con la Universidad de Córdoba.

Ahora con el nuevo proyecto “Tándem, Eco Inclusión en la Dehesa”, Fundación PRODE acomete la formación de personal necesario para realizar las labores de mantenimiento y manejo que aseguren la continuidad de la dehesa. Proporcionará formación teórica y práctica a 16 jóvenes de la comarca en régimen de formación y empleo, pudiendo facilitar oportunidades laborales ligado al territorio de este alumnado. Cuenta con la financiación del Ministerio de Trabajo y Economía Social, y utiliza fondos Next Generation EU del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia para formación y empleo.

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