Mi nombre es Orosia Llergo Garrido. Nací en El Viso, donde he vivido durante toda mi vida. Los años han ido pasando y ahora tengo nada más y nada menos que 95 años y me siento bien.
Nuestra época ha sido muy distinta a la de ahora. Los tiempos han cambiado muchísimo.
Yo empecé a trabajar desde muy pequeña en la panadería de mis padres junto con mis hermanos. El horario era muy sacrificado, mucho más para alguien tan joven como yo. Empezábamos a trabajar a las dos de la mañana y terminábamos a las cuatro de la tarde. Solo parábamos para comer y descansar un rato.
Recuerdo que cerníamos la harina con un cedazo, se hacía la masa para hacer el pan y los dulces de aquella época, todo a mano. Yo, entre otras tareas, era quien ayudaba a mi padre a meter los panes en los hornos.
Eran tiempos de mucha escasez y pocos medios.
Cuando se iba la luz, nuestro padre nos levantaba a toda la familia para ir a cargar el horno de leña y ponerlo a funcionar para no perder el ritmo de cualquier otro día. Había que seguir con la faena y tenerlo todo listo para su venta.
El negocio siguió funcionando, y pasando por varias generaciones. Observo con admiración los cambios y adelantos que hay en la actualidad, y me alegro por mis sobrinos, que son quienes regentan la panadería en la actualidad, porque todos los adelantos hacen que su trabajo sea más cómodo.
Tengo un bonito recuerdo de mi infancia, mi juventud, y de mi vida. Sí, ¡he sido muy feliz!
Ya estoy jubilada, soy soltera y vivo con mi hermana Juana. Y ahora, debido a la pandemia, las dos también vivimos con mi hermana Puri, que se ha venido de la gran ciudad. Así que estamos juntitas y muy bien acompañadas. Nos ayudamos entre nosotras, estamos la mar de bien y contentas. Mis sobrinos están muy pendientes de nuestras necesidades, somos una familia muy unida.
Entre mis gustos y aficiones está la lectura, la que practico a diario y a la que dedico parte de mi día; leo de todo, pero mi libro preferido es “Lo que el viento se llevó”.
Hace ya un tiempo, me concedieron la Ley de Dependencia y recibo el servicio de ayuda a domicilio de Fundación PRODE. Cada día, estoy deseando que llegue la auxiliar. Ella nos da mucha alegría, me cuida y hace que me sienta tranquila. Tengo la suerte de, a mi edad, estar muy bien acompañada por mis hermanas, por tener una persona que me cuida (mi auxiliar) y una familia que me quiere.
¡¡¡Me siento satisfecha con mi vida y soy muy feliz!!!